Irrupciones (Mario Levrero)

Hongos alucinógenos. Eso es lo que, según leí recientemente, se genera en los libros viejos. Pequeños hongos alucinógenos. Microscópicos, desde luego, igual que los ácaros que con ellos conviven entre esas páginas amarillentas. Al parecer, uno respira cerca de los libros y "viaja”. Como efectos secundarios se producirían trastornos respiratorios y, probablemente, cerebrales.
Esa teoría de los hongos alucinógenos me convence. Mi sueño recurrente se explica de una manera perfecta. También explica por qué tantas veces me he quedado leyendo una novela hasta el final. No soy un adicto a las letras, como buenamente creía, sino más bien a una especie de LSD.


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Es como si el famoso doctor Fu Man Chu actuara desde dentro de esas páginas amarillentas. Fu Man Chu es el fundador de la Si Fan, una poderosa organización que tiene el cometido de destruir a Occidente, contra la cual lucha incansablemente Neyland-Smith. El siniestro doctor, de quien se dice que es inmortal, maneja drogas y venenos, remedios y todo tipo de armas biológicas, como por ejemplo unos hongos gigantescos, de crecimiento vertiginoso, que alguna vez protegieron su huida: los hongos no solo impiden el paso con su desarrollo instantáneo, sino que también maduran rápidamente y explotan en infinidad de esporas que se expanden como un humo verdoso y polvoriento, e intoxican a quienes lo respiran. No puedo evitar la imagen de un pequeño Fu Man Chu moviéndose entre las letras de una novela de la Serie Amarila de la editorial Tor, sembrando microscópicos hongos alucinógenos en ea parte del libro donde se unen los cuadernillos.
¿Son drogas distintas, la lectura de novelas de misterio y las toxinas de los hongos microscópicos? ¿O el acto de leer habrá sido siempre, desde que se creó la imprenta, un acto mucho más complejo de lo que se cría? ¿Leer a Raymond Chandler en la pantalla de una computadora produce el mismo efecto que leerlo en un libro de paplel? De lo que no tengo duda es de que NO da lo mismo leerlo en un libro nuevo que en un libro viejo.

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De modo que Ray Bradbury tenía razón, y en un futuro ahora mucho más cercano es posible que verdaderamente los bomberos se ocupen de quemar libros, en lugar de apagar incendios. Sería la contribución de los bomberos a la lucha contra la droga. Hermanos adictos, vayamos preparando escondites ingeniosos para nuestras bibliotecas

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Biografía.

Mario Levrero (Jorge Varlotta) nació en Montevideo en 1940 y falleció en agosto de 2004. Escritor, fotógrafo, librero, guionista de cómics, humorista y redactor jefe de revistas de ingenio. Autor de las novelas: La ciudad (1970), París (1980), El lugar (1984), Dejen todo en mis manos (1994), El alma de Gardel (1996) y El discurso vacío (1996). Publicó también los libros de relatos: La máquina de pensar en Gladis (1970), Todo el tiempo (1982), Aguas salobres (1983), Los muertos (1986), Espacios libres (1987), El portero y el otro (1992), Ya que estamos (2001) y Los carros de fuego (2003).
En 2006 ganó el premio Bartolomé Hidalgo por La novela luminosa (Alfaguara, 2005).

Irrupciones
Mario Levrero
2007
Punto de lectura
469 pág.


El hongo

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