Q.E.P.D.


Si alguna vez alguien en su distracción erró el camino y creyó encontrar aquí alguna buena intención y compromiso, sepa disculparnos. La construcción de tan pobre espejismo no resistió el mínimo y lerdo paso de las finas arenas del tiempo en la primera vuelta del reloj.

En éste último número de El Hongo hemos acumulado textos de: Carlos Liscano, Eduardo Darnauchans, Augusto Coronel, Eladio Camejo, Esther Zasso, F. Emma T., Fernández de Palleja, Julio César Parissi y Liber Mendizábal; ilustraciones de Darío Parissi y fotografías de Servando Valero.
Agradecemos a quienes han pasado a visitarnos y a quienes confiaron sus textos a nuestra publicación.
Texto: El Hongo.
Ilustración: Darío Parissi.

De: "El escritor y el otro" (Carlos Liscano)

1
De una noche a otra espero que algo ocurra. Sé que no va a ocurrir, pero si no espero es seguro que no ocurrirá. Cuando llega la otra noche y es idéntica a la que pasó, en que no ocurrió nada, me doy cuenta de que lo que sí pasó fue que yo, en esas horas, estuve esperando. Eso ya es algo. Es el puente que permite ir pasando de una noche a otra. Porque hay noches peores, noches sin espera.

2
(…)
Todo empieza de nuevo. No te creas nada y si sospechás que has llegado a alguna conclusión tratá de disimularlo, de borrarlo enseguida. Que no deje ni rastros de su existencia. Que nadie sepa que alguna vez uno llegó a una conclusión más o menos firme aunque sea por un rato.
Porque haber llegado a una conclusión, aunque más no sea provisoria, señala que uno cree que es posible entender, saber algo de verdad. Que uno postula un modo de acción, una vida para ser vivida. Que uno existe. Que uno está. Es.

9
Pero también esta el juego. Debería quedar lugar para jugar con la palabra, lugar para la invención, para la frase sin trascendencia que ilumina la cara un instante y desaparece. A eso hay que volver.

12
Tengo la sensación de haber construido un personaje que es un escritor y sé que detrás del personaje no hay nada. Si quito la lejana sensación de querer ser escritor desde los doce años, si quito las lecturas para llegar a ser escritor, si quito las horas dedicadas a escribir y a reflexionar sobre el hecho de escribir, si quito lo escrito, entonces de mí no queda nada. Pero eso mismo, que me hace sentir el vacío y la futilidad de mi vida, se vuelve luego prueba irrefutable. Si quito todo lo que tiene que ver con el acto de escribir y lo escrito, yo no existo. Entonces eso quiere decir que soy escritor. Es una demostración por el absurdo. Es una demostración que no demuestra nada, que me deja donde empecé, con las mismas preguntas ¿por qué, para qué?
(…)

22
Todo escritor es un invento. Hay un individuo que es uno solo y que un día inventa a un escritor y pasa a hacerle de sirviente y desde entonces vive como si fuera dos. El que quiere ser escritor tiene que inventar al individuo que escribe, o al individuo que va a escribir sus obras, porque cuando el sirviente lo inventa el escritor todavía no es.
El inventado será un escritor inmenso, que todo el mundo lee. O será inmenso pero poco apreciado por sus contemporáneos. O será mediocre. Lo necesario es que, antes de ser cualesquiera de esas cosas, que son solo resultado, ocurra el invento, que es tarea necesariamente solitaria, y es dolorosa. No es una tarea: es una convicción, una fe a la que se accede. Es una disciplina, un viaje hacia la lucidez. Se alcanza la lucidez o se queda por el camino, lejos de ella, pero es a la lucidez literaria a donde se quiere llegar. Nunca se esta en ella de modo permanente, pero entonces, al comienzo, el inventor ignora que la lucidez se alcanza raramente.
(…)

34
El inventado escribe para sus maestros, a los que quiere parecerse, de los que quiere diferenciarse, a los que sabe que nunca logrará igualar. De eso se ocupa,(…)

42
Esta es una noche que no termina de acabarse. Estar siempre a la espera, en acecho, mirando el centro luminoso del lenguaje, donde todo bulle, donde está la locura.
(…)

77
Sé que no hay paz en las palabras. Porque la paz está en el silencio. Pero el silencio se vuelve el hervidero de la nada, y en la nada resurge la totalidad, huracán insoportable. Las palabras, todas las palabras.
(…)
Entrampado en una situación, una conducta. La vida pudo haber sido menos dura. Encerrado en una cabeza. Ahí esta todo, ahí está el problema. Porque a los cincuenta y cuatro años es demasiado tarde para recomenzar, para proponerse otra vida.
Ni una hoja vuela en la calle, ni un trozo de papel, y el viento negro azotando toda la noche dentro de casa.



Carlos Liscano
“El escritor y el otro”
189 pág.
Ed. Planeta
2007



Carlos Liscano nació en Montevideo en 1949. Estuvo trece años detenido por razones políticas y luego vivó once años en Suecia. Publicó cuentos, novelas, poesía y teatro. Actualmente reside en Montevideo y escribe para el semanario Brecha y para El País Cultural. En el año 2001 obtuvo el premio Bartolomé Hidalgo.




El Hongo.

Como los desconsolados/Descosolados 2 (E. Darnauchans)

Se detienen en las plazas
como esperando la noche
con los ojos fugitivos
y las sienes en desorden.
Un viento como una duda
me despeina el pensamiento
se confunden en la tarde
y ya no les queda cielo.
son los desconsolados
son los descarrilados
los desamados del amor.
Habitantes del olvido
pasajeros de la nada
pobladores del silencio
entristecido de las casas.
Son los desestimados
los desinteresados
los destinados al dolor.
la ciudad en ciudadanos
dobla su metamorfosis
noticiero luminoso
automóvil y automóvil.
Para los deshabitados
del consuelo desatienden
los semáforos (contrarios
amarillos de su suerte)
Eran los desdichados
desnaturalizados.
son los desencantados sin reloj.


Desconsolados 2.


Para los que se sueñan
sin ninguna sonrisa
para los que se van
dónde están
temblando las canciones
que nunca van a cantar.
Para los propietarios
de botellas vacías
para los que además
de aguarrás
bebieron horizontes de espanto
y luz de desván.
Por el Duque Penurias
y Madame de la Mugre
los que siempre estarán
más acá
de todo lo que brilla en la ciudad.
Al abuelo de la copa
y al abuelo de la bala
y al hermano del cristal
en que sueño con un despertar en San Jamás.
Al ciclista estrellado
en el túnel ruinoso
al que fue pedaleando su fin
y halló la risa dura del final.
Por los ferrocarriles
esperando en Sansueña
detenidos vacíos sin nada y nadie
que traer
ni que esperar.
Para ti para nadie
para ella y alguno
y por los que no tienen
canción
no importa que no escuchen esta voz.




Eduardo Darnauchans (Montevideo, 15 de noviembre de 19537 de marzo de 2007). Su infancia y adolescencia transcurrieron al norte del país, primero en Minas de Corrales (departamento de Rivera), y luego en la ciudad de Tacuarembó. Realizó cursos en las facultaded de Medicina y Humanidades de la Universidad de la República, así como en la universidad de La Plata, en Argentina.
A los 18 años registró su primer larga duración titulado "Canción de muchacho", que concitó la atención de colegas y críticos. Su segundo larga duración, titulado "Las Quemas", fue editado en 1975. El álbum "Sansueña", editado en 1979, puede considerarse la obra a través de la cual empezó a ser conocido por los grandes públicos. Entre 1979 y mediados de 1983 Darnauchans fue censurado por el gobierno de facto, prohibiéndosele actuar en vivo, aunque sus canciones sí podían ser transmitidas por radio.
Su cuarto disco, "Zurcidor", se grabó entre mayo y diciembre de 1981. Luego seguirían "Nieblas & Neblinas" (1984), "El Trigo de la Luna" (1989, también disponible en CD), "Noches Blancas" (grabado en vivo en el Teatro Solís los días 7 y 8 de mayo de 1991), "Dylan" (1991), y "Sin perder el tiempo", una antología que reúne 20 años de trayectoria. En 1990 recibió el Premio Municipal de Música Edita por "El Trigo de la Luna".
Darnauchans compuso música para obras de teatro. En 1990 compuso la música del film "Color de tristecías", dirigido por Pablo Rodríguez y exhibido en Europa, Estados Unidos y Canadá. Tocó junto a Bob Dylan, en el Cilindro Municipal, y junto a Paul Simon en el Estadio Centenario.
Eduardo Darnauchans está considerado uno de los poetas (o songwriter, como él prefería denominarse) más importantes que tuvo el panorama musical uruguayo. Muchos de sus temas son clásicos de la música uruguaya. Su repertorio incluye -además de textos de su autoría- poemas o canciones de poetas nacionales y extranjeros como, por ejemplo, Washington Benavides, Víctor Cunha, Líber Falco, Eduardo Milán, Federico García Lorca, Nicolás Guillén, Porfirio Barba Jacob, Asunción Silva, Jorge Luis Borges, Antonio Machado, Raúl González Tuñón, Eduardo González Lanuza, Eduardo Bosco, Roque Vallejo, Jorge Manrique, Rubén Darío, Nicanor Parra, Manuel Bandeira, Humberto Megget, Pablo Neruda y César Vallejo.
Discografía [editar]
Canción de muchacho (1972)
Las Quemas (1974)
Sansueña (1978)
Zurcidor (1981)
Nieblas & Neblinas (1984)
El trigo de la luna (1989)
Noches blancas (1992)
Entre el micrófono y la penumbra (en vivo, con la producción de Fernando Cabrera. 2001)
Raras & Casuales (2003)
Canciones Sefaradíes (en vivo. 2004)
El Ángel Azul (2006)
Obras colectivas [editar]
Canciones del asfalto (1982)
Trovadores
Uruguay canta en Pueblo Ansina


Publicado en: http://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Darnauchans




El Hongo

El Hospital (segunda y última parte)

Apenas dobló y salió al patio, le preguntó a otro y la claridad se posó en su mente al fin. Caminó. Se cruzó con muchas personas, especialmente mujeres, embarazadas o con niños de la mano o en sus brazos o correteando detrás. Un viento intenso y delicioso la hacía avanzar más deprisa como empujándola y se quejó por los zapatos que traía. Al fin llegó y la llamó como habían quedado. Saltó el contestador y dejó un mensaje bastante incongruente mientras miraba para todos lados intentando encontrar aquella dichosa escalera. No estaba el guardia y subió. Había tres personas esperando. Siguió por el pasillo semi desierto y se le apareció una vestida de blanco que no daba pintas ni de enfermera ni de médico, extraña pues. Preguntó por la Dra.B, Está en consulta, señalando con el dedo un sector de puertas. Esperó mientras llamaba a la otra para avisarle que llegaba en quince minutos, Lamentablemente el crédito para realizar llamadas ha vencido, ingrese una nueva tarjeta. Se quedó pensando. Por la ventana miraba las hamacas despintadas con un dejo de nostalgia, se imaginaba otros tiempos y otras libertades y todo eso que se suele imaginar cuando se está esperando algo. Pasó una mujer de blanco, Trasuntteeeeeeee, gritó hacia abajo, Acáaa, ya vamos, Disculpe, ¿es usted la Dra B.?, Sí, la misma, Soy Emma, Ah sí sí vení por aquí, espere un momento señora, le indicaba a la que recién subía con una niña como de cinco o seis. Fugazmente le entregó todo después de oirla decir ¡Qué día!, ¡qué día! sin parar, A ver chiquita me lo traes luego, de aquí no me muevo. Se refería al cambio, un solo billete, y
no había llevado más cambio; rezaba en sus adentros para que la otra tuviera y no tener que salir a buscar por ahí.
Salió y cruzó todo el patio de vuelta, entró, pasó por al lado de la fila de personas en tesorería, la sala de espera repleta hasta con gente en el piso y subió otras escaleras hasta el segundo.
Tocó en la primera puerta que ya conocía y salió una de blanco, ¿Dra.D?, No, debe estar arriba. Subió hasta el tercero y se encontró con la enfermera rubia de rulos de la otra vez, Hola, ¿la Dra D. está por aquí?, No, si hoy ni la he visto, ¿te fijaste en el segundo?,siempre está en el segundo, en la primera puerta al lado del ascensor, Pero si vengo de ahí y me dijeron que estaba acá, No, no, tiene que estar allá, que te habrán dicho mal niña. Bajó de vuelta y le preguntó a otras de blanco de los pasillos y algunas ni la conocían, una mujer que esperaba le decía que insistiera que seguro en algún recondite de este bendito lugar debe estar.
Suspiró y se fue hasta la entrada, entregó el carnet de usuario que nunca se ponía y salió hasta el quiosco de enfrente a comprarse una tarjeta de móvil. Dra D, soy Emma, ...., ¿doctora, me escucha?, Ayyyyy no sabes lo que me pasó, choqué el auto y recién salido del taller te lo puedes creer, es que yo no pego una, una tras otra todas mal, qué desgracia! y todav..., Lo siento, yo estaba esperándola, Ah sí, sí, por el asunto ¿te animás a venir al estacionamiento?, ¿A dónde, en dónde?, El estacionamiento, acá adentro, hay un coche de seguros, ahí estoy, recién arreglado, nuevito estaba qué desg..., Ahí voy- la interrumpió y colgó.
Entró a la playa de estacionamiento y enseguida vió el camión con letras pintadas que decía Porto Seguros. Se arrimó pero no había mujer alguna por la vuelta. Al lado estaba un pequeño auto rojo con el guardachoques caído de un lado colgando en vaivén. Pasaron unos minutos y apareció uno con un uniforme del mismo color que las letras del camión. ¿Dónde está la mujer que chocó?, Ahí adentro de esa camioneta, señaló a un costado. Fue. La Dra.D estaba en un ataque de nervios, con papeles en la falda y otro que la miraba con desgano mientras llenaba un formulario, Es que si lo cuento no me lo creen, ah no no, es de locos, de locos, y la licencia que no llega más, maldita la hora que se me ocurrió tomarme la segunda quincena, si yo sabía, lo intuía, pero claro, al señorito de mi marido que no, que va a ser mejor clima, que no hay tanta gente y que sé yo, y mira ahora este lugar que hierve como una hoguera y acá yo, sentada con el señor burocracias en el hospital en vez de estar echada en la playa mirando el ciel...Lo siento mucho doctora, ya no queda tanto para el quince, ¿Ah no? Para mí es como si fuera un año lo menos, si cada día que pasa es eterno, siempre alguna complicación, algún dolor de cabeza, ay querida no sé como llegaré al quince, no sé..., decía con voz llorosa. Hubo un silencio. El hombre desprendía malhumor de solo verlo. Al fin Emma habló. Aquí le tengo los paquetes, son cuatrocientos setenta y cinco, ...¿lo qué?- dijo la Dra.D saliendo de su congoja, Ah esto, a ver- revolvía en la cartera-, toma -sacó un billete de mil. Emma miro el billete con bronca, tendría que sí o sí ir a buscar cambio para la otra. Le entregó el vuelto y el paquete, Gracias, gracias, decir que lo del seguro, este muchacho- seguía-, que si no ya pagando otra vez, y el otro auto nada, limpito, ni un rasguño, pero claro quién sino...Emma ya no la oía, buscaba desesperadamente el billete de mil en su bolso, en los bolsillos, en el piso, Doctora usted me entregó el billete, no?, Pues claro, Es que no lo encuentro, ¿está segura?, tal vez lo sacó pero no me lo dió, A ver... yo tenía dos de mil creo, mmmm no estoy segura, ahora tengo uno - se fijaba en su cartera de nuevo. Emma seguía buscando, abajo de la camioneta, atrás del asiento, hasta para arriba miró. El hombre intervino, Disculpen, yo que estaba presente puedo atestiguar- decía con expresión solemne- que usted -miraba a Emma- entregó el cambio sin recibir el billete, Ah pues si es así toma niña, que con lo mal que estoy yo, si darme cuenta o no ya no ubico, además si este señor tan correcto lo dice...Gracias doctora, yo me he fijado bien y aquí no lo tengo, Pues por eso, un hombre de burocracias nunca se equivoca, si viven del papeleo y los cambios y los sellos y todo eso y además ganan fortunas y..., seguía la Dra D. mientras el hombre iba adoptando una expresión de ira cada vez más pronunciada. Emma se despidió apenas recibió el billete antes de que algo allí dentro explotara, Qué pase buenas vacaciones doctora, Eso espero, eso espero linda, si llego, vamos a ver....- suspiraba. Emma ya se alejaba presurosa.
Fue directo al mercado y se compró una cajilla de cigarrillos con el billete de mil. Le dieron el cambio bastante mala cara y se sentó afuera a fumarlo. El calor era ahora sofocante pasado el mediodía. Fumó rápido y volvió a entrar. La guardia la miraba como si la conociera y por tercera vez le entregó el carnet de usuario. Traspasó el patio por el costado opuesto a donde había chocado la Dra D. y subió hasta neuropediatría. Se acercó al consultorio pero no entró porque se oían llantos agudos de niño y una voz que decía, Ya terminamos amor, un esfuercito más.
Una mujer esperaba sentada y le dijo, ¿También con un niño enfermo, no?, No yo...-iba a responder Emma pero la mujer continuó, Si, si lo sabré, meses aquí dentro que es como mi casa ya, y nada, cuando parece que se me mejora, pum, empiezan los dolores de cabeza, ay mamita no puedo más ayudame, y yo ¿qué hago?¿qué le digo? decime, ya no sé más que hacer, que me mandan para aquí y para allá, que tomografía, que remedios, que tratamiento, y la niña igual, ni pizca de mejoría, que así no se puede vivir, no es vida para una criatura, no señor!...Emma la miraba y no sabía qué decirle. Se oían risas de niños desde la hamacas.
Pasó un tiempo eterno que en realidad fueron solo diez minutos. Emma estancada en la ventana pensaba otra vez. Salió una mujer con un niño en brazos y atrás la Dra.B, Pasa Emma, vení, Tome doctora, perdone la tardanza, Para nada, gracias, te llamo para el vencimiento entonces.
El ómnibus venía medianamente lleno. Quedó parada frente a una ventana abierta.
De la guitarra la música le gustaba.
Sonrió.



F. Emma T.
El verso de mí mismo va en un hongo
que se estira hacia los soles de café,
soy espora de una espora de una espora
del Big Ben original que trazó el rumbo.
El ping pong de la big band es acordeón
de rítmico rugido de tránsito rojizo,
big bang de un inadvertido yin yang
que se quita la ropa y luego se la pone.
El derecho a ser yo mismo es un hongo inexpugnable
que hace fintas al azar
sólo bajo estas premisas:
la muerte es el ladrillo de la vida,
el gris es el portland de los jardines de infantes,
Caeiro era un hongo inexplicable
y las joyas siempre están hechas de sesos.



Fernández de Palleja.

De poetas.

Nicola vende en los bares. Si me preguntan ahora qué es lo que vende, no sabría decirlo. Creo que, en el fondo, Nicola hace que vende. Más bien, se pasea por los bares y circula entre las mesas esperando que alguien diga algo para engancharse a charlar. Lo extraño de todo esto es que el tema de conversación de Nicola es la poesía. No sé si vende sacapuntas, pañuelos, lapiceras de Taiwán o relojes; sé que su afán es tocar el tema de la poesía. Sus pupilas azules, movedizas, hurgadoras, están pendientes de encontrar un interlocutor. Cuando logra dar con uno, habla sin detenerse ni para tomar aliento.
—Yo dije ayer, en una reunión de poetas —comenta Nicola. Y, enseguida, dice dos o tres versos propios escritos con aires lorquianos, de ritmo contundente y parejo. Luego recuerda a sus amigos poetas, tan admirados por él. En algún momento extrae de su memoria una cita hecha por un clásico como manera de reafirmar algo que ha dicho. Va y viene entre versos y poetas en todo el tiempo que sus ocasionales interlocutores le permiten, antes de volver a las charlas que mantenían cuando se les acercó este extraño vendedor.
Nicola vive en poesía. Intenta que los demás también lo hagan.
Hoy me regaló un libro.



Julio César Parissi

Darno


Poeta cantor
de versos sin sol
de luz de fría luna
sombras que son de fuego
llanto nuestro que baña
el suelo donde crece el fruto
que es arte y parte
al medio parte al miedo
de seguir adelante
sin olvidar
sin olvidarte.

Corazón que nos late
aire nuestro que hiciste canto
pesadillas trucadas en sueños
que sin ser dulces seducen
a estas almas tercas
que no se rinden
no se rinden.

Muchacho triste
detrás del humo
escondiste los hilos
de tu marioneta
muerte, señora muerte.
Eladio Camejo.

Claudia

Afuera insiste la lluvia, sobre su música las palabras caminan con la tranquila lentitud de lo irrefutable. En la cama, desnuda, con las nalgas en la almohada y la espalda abandonada a la pared, Claudia repite su historia. La agonizante luz de la vela agiganta su silueta en la rugosidad de la pared surcada por ríos que descienden del techo. Su única lágrima vuelve siempre a despedir a la infancia; el relato empieza a doler.

Siempre quiso algo más; pero no era tener lo que quería. Cada regalo, cada deseo cumplido era una frustración. Nadie entendió nada. En su amplio dormitorio se amontonaban objetos que la ahogaban. Solo sabía que no era tener lo que quería.

Cada tarde se escapaba a caminar, a buscarse en otros ojos. Cada noche regresaba llena de soledad. Hay más vidas alrededor y todas quieren tener. Todas saben. Nadie se pierde, nadie busca aunque no sepa qué.

Caminar se convirtió en una obsesión, cada vez caminaba más rápido para llegar más lejos. Todas las calles escondían vidas ocupadas en tener. Necesitaba encontrarse o perderse definitivamente, escapar. De regreso a la casa el peso de la noche le apretaba el pecho.

Rendida, su deambular volvió a ser lento. La noche pesaba a plena luz del día y su andar monótono la conducía siempre al mismo lugar, donde compraba en gramos su destrucción. Había decidido perderse para siempre.

No sabe si alguien se sorprendió o si alguien la buscó. Simplemente no regresó. Esta casa estaba sola y no tenía puertas, venía siempre a perderse un rato. El día que nos descubrimos aquí fue la primera vez que se encontró en otros ojos, por eso decidió quedarse. Tenía la esperanza de que yo le dijera lo que había que buscar. Al conocerme su ilusión fue desapareciendo y por primera vez en diecinueve años estuvo segura de algo. Yo sólo era la confirmación de su perdición definitiva.

Un trueno sonó como el último acorde de la orquesta que acompañaba su voz y puso fin a su relato. La vela había renunciado a su agonía. Dejó de mirar el movimiento de sus pies y su mirada se perdió en la infinita oscuridad de la habitación.

Por horas caminé culpable y sin rumbo, intentando escapar de su mirada perdida, de la aguja entrando en su brazo, cargada de una dosis imposible de soportar.

No era tener lo que quería, pero nadie entendió nada.




Eladio Camejo
entre los escombros la cabeza del niño libanés
entre los escombros vi los ojitos cerrados del niño libanés
¿dormía?¿soñaba?¿pensaba en sus amiguitos?
¿jugaba con sus amiguitos?¿a qué juegan los niños libaneses?
¿los aviones militares son pajaritos de metal para los niños libaneses?
¿entendió el niño libanés eso de bajas civiles daños colaterales?
¿supo el significado de la palabra dolor?
en la televisión
entre los escombros
vi la cabeza del niño libanés
también vi al locutor cuando anunció la cotización del dolar
el niño libanés de ojitos cerrados
¿entendió la cotización del dolar
y la cotización del dolor?

¿es sólo cuestión de vocales?



Liber Mendizábal
caminaba por la rambla
con la pena en el hombro
la tristeza le apretaba los sobacos
así caminaba o se arrastraba por la rambla
hasta que se lo tragó el mar
y al fin descansó siendo pez o caballito de mar
nadie se enteró de su ausencia
ni su familia ni su mujer
ni sus amigos
pero él era feliz
siendo pez o caballito
mojado por la espuma del olvido.



Liber Mendizábal.
…y me quiso quitar de los bares,
hasta de aquel donde me conoció.
Yo le seguía el juego
pero su juego era yo.
Qué debe hacer una dama
que al primer hombre perdió
y con él toda ilusión que llegase.
Sólo dejó recuerdos,
más que marcas en la espalda
dejo marcas en el corazón.
Y así y todo yo me marcho,
con el sol;
esquivando ser la de fulano,
esquivando un nosotros dos.
Tú no eres mi amigo,
yo no duermo con ellos,
nunca me han atraído.
Si es que se puede llamar amigo,
a un hombre que se queda a mi lado,
actuando como marido,
tan cornudo, tan sensato, todo,
por no llegar a ser nada más cercano.
Tú no eres mi amigo,
sin embargo, a ti te cuento
todos mis malos tratos,
los problemas en el trabajo
y en este mundo.
Cuan lejos he llegado.
Y que tan cobarde he sido,
pensando en el suicidio.
Igualmente la cama nos separa,
al saber lo difícil que sería
verte con otra dama.
Tú no eres mi amigo,
la amistad nunca me ha inspirado
renunciar a todo lo que he querido.
Así, como a veces me pasa,
mientras duermo contigo:
llegar a ser la señora de un don Juan,
beodo arrepentido.
No eres mi amigo,
aunque vallamos de bar en bar,
y te vuelvas conmigo.
No somos amigos,
aunque confesemos estar enamorados
de una Mercedes, de un Martín,
y todo lo que quede por sufrir,
del desengaño.
No nos hace amigos
el hecho de saber,
que yo soy mujer y tu un bandido.
No somos amigos
aunque nos emborrachemos
hasta caer en el vacío.
Nos seguirá separando una cama
y nuestra desnudes con demandas.
Nos separa la posibilidad
de enamorarnos y ya vez,
como es ese tramo.
No eres mi amigo, más bien,
eres un hombre y yo una mujer,
que juegan a serse fieles,
como nunca lo han sido.




Esther Zasso

No entendí... no entendí...

Por favor sírvame uno de esos, uno de esos que se toman cuando dicen no entendí. Que tenga alcohol blanco porque es para el alma, yo sólo le acompaño.
Son de esas cosas del alma. Yo simplemente la seguí.
Mi alma es la que esta llorando, yo simplemente no entendí; por eso, yo sólo la acompaño, es mi alma la que esta llorando. Yo sólo la acompaño con este vaso de vodka blanco.
Son cosas del alma, que yo no entendí.
Pero comparto su dolor… por favor sirva uno más de esos que llevan a no entendí, porque no soy yo, es para el alma que esta sufriendo.
Otro vodka… sirva un vodka que ya casi olvido… que por culpa de ella yo lo seguía. Otro vodka, uno más, que ya casi olvido.



Esther Zasso
El perro bisexual es un poeta


Mutilada la frente fatigada, mientras su esencia descarga su mirada a lo blanco.
Muerte
a
esas
neuronas


Descargada la mirada a lo blanco.

¿Perdurará lo único?



El espectro indiferente
en su coraza insipiente
a si mismo
se
miente
y triunfante e incoherente
derrite los segundos que desnudan a su muerte.

La cabeza tritura su cerebro contra las astillas vidriosas masticadas por perros de papel.

La lucidez muere.
El talento besa la despilfarrada superficie de la pared que odia.


Prolifera la penetración de vaguedades elucubres.

Las vaguedades elucubres son las madres promiscuas de la poesía.
La poesía en su ser
vomita
ideas golosas
que
devoran neuronas suicidas.


El poema
se alimenta de su par,
lo mastica,
lo
saborea.

Poemas que comen poemas.
Así como los parásitos que convierten en oro todo lo podrido, los poemas se vanaglorian de comerse entre sí;
son poemas golosos, heliogabalísticos.
Poemas que hipnotizan y que torturan
Poemas que me hacen llorar.




Después de todo, ¿que son los poemas? No son mas que las sombras de perros jadeantes, aburridos, pervertidos, dignos de las peores calumnias, dueños de ese deseo podrido que goza de atrocidades enfermas que queman el aliento aun virgen de la inocencia penetrada por la lanza de lo inútil.
Viven encerrados en jaulas de papel,
creen ser los dueños de la elocuencia, de la profundidad, de la belleza, de la verdad, ¡odio a los poemas! Muerte y vida al poema vago, que miente que nunca renace, que envuelve, que escupe ironía, pervertido rico e insano, ¡lo amo!!
Digo perros, porque los perros son esclavos e hijos del poeta, el poeta falaz, ese, que cree dominar la exquisitez de las palabras, inmundicia pura que lo envuelve en una orgía masiva de anagramas incoherentes.
Augusto Coronel

Servando Valero.
Servando Valero.

Servando Valero.

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