Presentación

Lo descubrí una tarde en un rincón. Era pequeño, casi insignificante. Debo admitir que me costó reconocerlo. No podía dejarlo ahí. Tenía que eliminarlo. Ya se sabe como son estas cosas, después crecen y uno se encariña. No sé qué fue que me distrajo pero me olvidé de él. Por algún motivo me tuve que ir y ahí se quedó. No sabía que crecieran tan rápido. Cuando lo volví a ver parecía otro, mucho más grande, exagero, un poco más grande, tenía otro color y estaba tomando forma. Yo sabía, tenía que haberlo eliminado. Ahora, cada vez que lo miro, con su forma con su color me cuenta una gran historia. La mayoría son mentiras, pero las mentiras bien contadas me gustan.

Se lo presenté a mis amigos, los más allegados, no es cuestión de que cualquier gíl se meta en mis cosas. Uno de ellos me propuso infinidad de formas de atacarlo, así me libraría de esa molestia. Ya no es mi amigo. No puedo tener amigos tan insensibles.

En fin, creció. Creo que se alimenta de mi aburrimiento. Cada vez que me aburro lo miro y está más grande y su forma nunca es la misma. Tiene una forma diferente para cada una de sus historias. Tiene mucho que decir y me lo dice. Es un glotón; no le alcanza con mi aburrimiento. Mi casa le quedó chica y ya está recorriendo el barrio.
Me di cuenta de que no a todos nos cuenta lo mismo. O sí... Quizá yo haya estado distraído y por eso no entendí alguna de sus historias. Suele ocurrir. Me han contado historias contadas por él que son increíbles. Lástima que me las haya perdido.
A partir de ahora hay que estar más atento.

El Hongo (2007).

Presente imperfecto complicado

Lo único perfecto son los defectos.
El empeño por construir peñas lisas
contorneadas de retazos directos
termina en trazos escritos con tiza.

Lo triste es el no tratar de trepar
por la fisura que la usura le hace
al templo que vierte en el agua mar
y vuelve pasto a la vaca que pace.

No es loable lamer botas culturales
ni esperar con esperanza esperada
pero al fin nos fingimos orinales

con el fin de agregarle a la ensalada
las ruinas de la vaca degollada
porque el bien perfecto está hecho de males.
Fernández de Palleja (1978)

Penúltimo cuento.

Domingo veinticuatro de diciembre.
Parada de ómnibus.
De 19 a 21 horas.
Cuatro personas. Luego tres. Luego cinco. Luego cuatro y una más alejada. Luego tres y la alejada.
Personas que fluctuaron, dialogaron y se marcharon: cuatro (no incluidas en el recuento anterior)
Edades aproximadas: de veinte a setenta.
Nota: no se mencionaron nombres hasta casi el fin.
Tópico de enlace: la ausencia fantasmagórica de transporte y la consecuente imposibilidad de traslado a tiempo.
Estados anímicos: tranquilidad absoluta y bienestar en dos, impaciencia y malhumor en una, enojo con el cuartel de bomberos, desenfado y extraña armonía en otra. Pasividad y sonrisa permanente en la alejada.
Indicios de vidas: rutinaria con ansia de cambios a través del arte del violín en una; libre en soledad, desestructurada, permanencia en otro plano con contactos frecuentes e inteligentes en el plano común de la noche, otra; desasosiego por algo desconocido y nostalgia profunda, otra; alegría no eufórica y dejarse en manos del destino provisoriamente, en otra.
Tópicos de discusión, debate y pasar el tiempo: el mercado del puerto, el nuevo fiscal de corte, la película "El violín rojo", el precio de los violines, el poder del cuartel de bomberos y su ineficacia, 1953, Mussolini y "Adolfo", los rojos, quién es reina y quién es un gil, si se salía de madrugada, si tomar un taxi si es que llega a pasar uno, si hacer dedo, si comprar cerveza y quedarse ahí, el tener una hija, el vivir en Salto, que el 17 es obvio que sirve para llegar al Cerro, que “la gorda de los bomberos es una hija de puta”, que el tener estudios, la música celta con o sin gaitas, adivinar edades, la danza, los viajes, la filosofía.
Desenlace: cuatro caminar, otro marcharse para el lado opuesto con su bolso. De los caminantes se separa uno sin palabras y no contesta. Un taxi con un taxista y un tipo de seguridad, o un milico o un espía. Se suben. Dos se bajan y dejan plata. Uno sigue. Se dicen los nombres.



F. Emma T. (1980)
Por momentos siento del poder
Echo a andar en bicicleta mis fuerzas débiles
Y de a poco la mediocridad desaparece
Es que tu sencillez me agobia
“Y nadie puede ser impune cuando pasa por la vida de otro”.-
Bailar sobre recuerdos.



Florencia Rodríguez (1982)

Un descanso en la tarea.

-¿Por qué todo gira entorno a la plata? –se preguntó el tipo, sentado detrás de su escritorio, llevando las manos a la nuca como si estuviera distendido, algo que estaba lejos de ser cierto. El tipo observó su corbata, luego paseó su mirada por la oficina, se detuvo en el cuadro de Alonso que flotaba en la penumbra de la pared de enfrente, y su memoria dio un vuelco hacia atrás, un salto enorme que demolió lustros enteros. Después estiró el cuelo y miro hacia abajo a través del ventanal, y se vio. Se vio, sí. Allí estaba él; era aquel tipo que caminaba por la vereda de enfrente. Podía ver hasta la marca del ataché barato forrado de plástico negro. Eran sus mismos zapatos, su traje de siempre, la camisa blanca de uso diario. Podía sentir sus ganas de llegar, a cualquier lado, pero llegar. Él estaba allá abajo, pero también estaba acá arriba-. ¿Qué quiere decir esto?-volvió a preguntarse. Luego pensó un poco y se dijo-: Ese que esta allá, hoy se encuentra acá. Es el mismo. Adentro de cada uno nada cambió. Él quiso estar acá, y hoy lo está –razonó. Luego destrabó sus manos de atrás de la nuca, las apoyó en el escritorio y buscó una tarea para hacer. Deseó pensar en otra cosa. No sabía como sigue eso de pelear por un lugar en la vida, llegar a ese sitio y no entender para qué.

Julio César Parissi (1945).

Estatuas de otoño

Voy rumbo al café de la postal,
desde afuera veo la figura de una mujer
a través de la ventana y la postal cobra vida.
Movimiento de un sábado otoñal,
armo una canción como a un puzzle
y el cielo con sus ojos azules
pinta nubes para que vuele.
Las estatuas salen a caminar
con sus habituales ropas y colores,
perseguidas por varias palomas
combaten la soledad.


Fabián Laguna (1984)
La velocidad del mundo
Conspira
Contra el goce
Inteligente.

Nos especializamos
Ingenuos
En castillos de naipes
Siempre
Al borde del olvido.



Eladio Camejo (1979)

Otros vientos del sur.

Falanges trémulas, viciosas
Deambulan en ciegos lenguajes.

Pestañea la tarde
Se entristece el lucero
Se hace fuego la arena
Se hace línea el fuego.

Las llamas y las líneas
Y tras las llamas
Las alas del ángel
Y tras las alas
El viento del sur
Y tras el sur
Los tiempos cobardes.

Y tras el tiempo… las trémulas falanges.




H. H. Sandín (1982)






El cigarro me sigue fumando
la brasa consume el reloj roto
y los versos se caen
como suicidas
sobre estos renglones
sin tumba.




Texto: Líber Mendizábal
Foto: Servando Valero

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