El domingo fue un día espléndido. El mar se mecía lentamente buscando el sueño. Algunas pocas nubes funcionaban como carteles recordatorios de lo efímero, de que el día es hoy. Contaba con la compañía justa: termo, mate, un buen libro y toda la soledad del mundo reservada para mí, para este día.
Algunas pocas nubes funcionaban como carteles recordatorios… El silencio ocultaba todo, la ciudad había desaparecido de mi memoria; el futuro ocupó su lugar dejando de existir. Sin despegar el culo de la arena recorrí kilómetros de playa hasta sentir su presencia. Era apenas una mancha, una sombra sólida que me modificaba.
Algunas pocas nubes funcionaban…
En aquella tarde sin tiempo me distraje en la lectura, pasaron varias páginas y la brisa cambió su rumbo. La mancha dejó de ser, su sombra sólida se volvió imagen, concepto, definición inapelable. El mar había alcanzado el sueño y soñaba plácidamente. Permanecí inmóvil, temiendo despertarlo.
El mar es inmenso e imponente y sólo tiene sueños inmensos e imponentes. Sólo conoce de pesadillas y paraísos. Fue un día espléndido y su sueño lo seducía caminando lentamente, recorriéndolo desde la orilla.
Supe que sólo el mar conocía la verdadera belleza y sólo él podía soñar con ella.
Supe estar en su sueño; supe verla. Nunca sabré describirla.
Vi que tiene cuerpo de mujer.
Un abrazo.
Tu amigo siempre.
Eladio Camejo.
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