De: "El escritor y el otro" (Carlos Liscano)

1
De una noche a otra espero que algo ocurra. Sé que no va a ocurrir, pero si no espero es seguro que no ocurrirá. Cuando llega la otra noche y es idéntica a la que pasó, en que no ocurrió nada, me doy cuenta de que lo que sí pasó fue que yo, en esas horas, estuve esperando. Eso ya es algo. Es el puente que permite ir pasando de una noche a otra. Porque hay noches peores, noches sin espera.

2
(…)
Todo empieza de nuevo. No te creas nada y si sospechás que has llegado a alguna conclusión tratá de disimularlo, de borrarlo enseguida. Que no deje ni rastros de su existencia. Que nadie sepa que alguna vez uno llegó a una conclusión más o menos firme aunque sea por un rato.
Porque haber llegado a una conclusión, aunque más no sea provisoria, señala que uno cree que es posible entender, saber algo de verdad. Que uno postula un modo de acción, una vida para ser vivida. Que uno existe. Que uno está. Es.

9
Pero también esta el juego. Debería quedar lugar para jugar con la palabra, lugar para la invención, para la frase sin trascendencia que ilumina la cara un instante y desaparece. A eso hay que volver.

12
Tengo la sensación de haber construido un personaje que es un escritor y sé que detrás del personaje no hay nada. Si quito la lejana sensación de querer ser escritor desde los doce años, si quito las lecturas para llegar a ser escritor, si quito las horas dedicadas a escribir y a reflexionar sobre el hecho de escribir, si quito lo escrito, entonces de mí no queda nada. Pero eso mismo, que me hace sentir el vacío y la futilidad de mi vida, se vuelve luego prueba irrefutable. Si quito todo lo que tiene que ver con el acto de escribir y lo escrito, yo no existo. Entonces eso quiere decir que soy escritor. Es una demostración por el absurdo. Es una demostración que no demuestra nada, que me deja donde empecé, con las mismas preguntas ¿por qué, para qué?
(…)

22
Todo escritor es un invento. Hay un individuo que es uno solo y que un día inventa a un escritor y pasa a hacerle de sirviente y desde entonces vive como si fuera dos. El que quiere ser escritor tiene que inventar al individuo que escribe, o al individuo que va a escribir sus obras, porque cuando el sirviente lo inventa el escritor todavía no es.
El inventado será un escritor inmenso, que todo el mundo lee. O será inmenso pero poco apreciado por sus contemporáneos. O será mediocre. Lo necesario es que, antes de ser cualesquiera de esas cosas, que son solo resultado, ocurra el invento, que es tarea necesariamente solitaria, y es dolorosa. No es una tarea: es una convicción, una fe a la que se accede. Es una disciplina, un viaje hacia la lucidez. Se alcanza la lucidez o se queda por el camino, lejos de ella, pero es a la lucidez literaria a donde se quiere llegar. Nunca se esta en ella de modo permanente, pero entonces, al comienzo, el inventor ignora que la lucidez se alcanza raramente.
(…)

34
El inventado escribe para sus maestros, a los que quiere parecerse, de los que quiere diferenciarse, a los que sabe que nunca logrará igualar. De eso se ocupa,(…)

42
Esta es una noche que no termina de acabarse. Estar siempre a la espera, en acecho, mirando el centro luminoso del lenguaje, donde todo bulle, donde está la locura.
(…)

77
Sé que no hay paz en las palabras. Porque la paz está en el silencio. Pero el silencio se vuelve el hervidero de la nada, y en la nada resurge la totalidad, huracán insoportable. Las palabras, todas las palabras.
(…)
Entrampado en una situación, una conducta. La vida pudo haber sido menos dura. Encerrado en una cabeza. Ahí esta todo, ahí está el problema. Porque a los cincuenta y cuatro años es demasiado tarde para recomenzar, para proponerse otra vida.
Ni una hoja vuela en la calle, ni un trozo de papel, y el viento negro azotando toda la noche dentro de casa.



Carlos Liscano
“El escritor y el otro”
189 pág.
Ed. Planeta
2007



Carlos Liscano nació en Montevideo en 1949. Estuvo trece años detenido por razones políticas y luego vivó once años en Suecia. Publicó cuentos, novelas, poesía y teatro. Actualmente reside en Montevideo y escribe para el semanario Brecha y para El País Cultural. En el año 2001 obtuvo el premio Bartolomé Hidalgo.




El Hongo.

No hay comentarios:

Seguidores