El Hospital (segunda y última parte)

Apenas dobló y salió al patio, le preguntó a otro y la claridad se posó en su mente al fin. Caminó. Se cruzó con muchas personas, especialmente mujeres, embarazadas o con niños de la mano o en sus brazos o correteando detrás. Un viento intenso y delicioso la hacía avanzar más deprisa como empujándola y se quejó por los zapatos que traía. Al fin llegó y la llamó como habían quedado. Saltó el contestador y dejó un mensaje bastante incongruente mientras miraba para todos lados intentando encontrar aquella dichosa escalera. No estaba el guardia y subió. Había tres personas esperando. Siguió por el pasillo semi desierto y se le apareció una vestida de blanco que no daba pintas ni de enfermera ni de médico, extraña pues. Preguntó por la Dra.B, Está en consulta, señalando con el dedo un sector de puertas. Esperó mientras llamaba a la otra para avisarle que llegaba en quince minutos, Lamentablemente el crédito para realizar llamadas ha vencido, ingrese una nueva tarjeta. Se quedó pensando. Por la ventana miraba las hamacas despintadas con un dejo de nostalgia, se imaginaba otros tiempos y otras libertades y todo eso que se suele imaginar cuando se está esperando algo. Pasó una mujer de blanco, Trasuntteeeeeeee, gritó hacia abajo, Acáaa, ya vamos, Disculpe, ¿es usted la Dra B.?, Sí, la misma, Soy Emma, Ah sí sí vení por aquí, espere un momento señora, le indicaba a la que recién subía con una niña como de cinco o seis. Fugazmente le entregó todo después de oirla decir ¡Qué día!, ¡qué día! sin parar, A ver chiquita me lo traes luego, de aquí no me muevo. Se refería al cambio, un solo billete, y
no había llevado más cambio; rezaba en sus adentros para que la otra tuviera y no tener que salir a buscar por ahí.
Salió y cruzó todo el patio de vuelta, entró, pasó por al lado de la fila de personas en tesorería, la sala de espera repleta hasta con gente en el piso y subió otras escaleras hasta el segundo.
Tocó en la primera puerta que ya conocía y salió una de blanco, ¿Dra.D?, No, debe estar arriba. Subió hasta el tercero y se encontró con la enfermera rubia de rulos de la otra vez, Hola, ¿la Dra D. está por aquí?, No, si hoy ni la he visto, ¿te fijaste en el segundo?,siempre está en el segundo, en la primera puerta al lado del ascensor, Pero si vengo de ahí y me dijeron que estaba acá, No, no, tiene que estar allá, que te habrán dicho mal niña. Bajó de vuelta y le preguntó a otras de blanco de los pasillos y algunas ni la conocían, una mujer que esperaba le decía que insistiera que seguro en algún recondite de este bendito lugar debe estar.
Suspiró y se fue hasta la entrada, entregó el carnet de usuario que nunca se ponía y salió hasta el quiosco de enfrente a comprarse una tarjeta de móvil. Dra D, soy Emma, ...., ¿doctora, me escucha?, Ayyyyy no sabes lo que me pasó, choqué el auto y recién salido del taller te lo puedes creer, es que yo no pego una, una tras otra todas mal, qué desgracia! y todav..., Lo siento, yo estaba esperándola, Ah sí, sí, por el asunto ¿te animás a venir al estacionamiento?, ¿A dónde, en dónde?, El estacionamiento, acá adentro, hay un coche de seguros, ahí estoy, recién arreglado, nuevito estaba qué desg..., Ahí voy- la interrumpió y colgó.
Entró a la playa de estacionamiento y enseguida vió el camión con letras pintadas que decía Porto Seguros. Se arrimó pero no había mujer alguna por la vuelta. Al lado estaba un pequeño auto rojo con el guardachoques caído de un lado colgando en vaivén. Pasaron unos minutos y apareció uno con un uniforme del mismo color que las letras del camión. ¿Dónde está la mujer que chocó?, Ahí adentro de esa camioneta, señaló a un costado. Fue. La Dra.D estaba en un ataque de nervios, con papeles en la falda y otro que la miraba con desgano mientras llenaba un formulario, Es que si lo cuento no me lo creen, ah no no, es de locos, de locos, y la licencia que no llega más, maldita la hora que se me ocurrió tomarme la segunda quincena, si yo sabía, lo intuía, pero claro, al señorito de mi marido que no, que va a ser mejor clima, que no hay tanta gente y que sé yo, y mira ahora este lugar que hierve como una hoguera y acá yo, sentada con el señor burocracias en el hospital en vez de estar echada en la playa mirando el ciel...Lo siento mucho doctora, ya no queda tanto para el quince, ¿Ah no? Para mí es como si fuera un año lo menos, si cada día que pasa es eterno, siempre alguna complicación, algún dolor de cabeza, ay querida no sé como llegaré al quince, no sé..., decía con voz llorosa. Hubo un silencio. El hombre desprendía malhumor de solo verlo. Al fin Emma habló. Aquí le tengo los paquetes, son cuatrocientos setenta y cinco, ...¿lo qué?- dijo la Dra.D saliendo de su congoja, Ah esto, a ver- revolvía en la cartera-, toma -sacó un billete de mil. Emma miro el billete con bronca, tendría que sí o sí ir a buscar cambio para la otra. Le entregó el vuelto y el paquete, Gracias, gracias, decir que lo del seguro, este muchacho- seguía-, que si no ya pagando otra vez, y el otro auto nada, limpito, ni un rasguño, pero claro quién sino...Emma ya no la oía, buscaba desesperadamente el billete de mil en su bolso, en los bolsillos, en el piso, Doctora usted me entregó el billete, no?, Pues claro, Es que no lo encuentro, ¿está segura?, tal vez lo sacó pero no me lo dió, A ver... yo tenía dos de mil creo, mmmm no estoy segura, ahora tengo uno - se fijaba en su cartera de nuevo. Emma seguía buscando, abajo de la camioneta, atrás del asiento, hasta para arriba miró. El hombre intervino, Disculpen, yo que estaba presente puedo atestiguar- decía con expresión solemne- que usted -miraba a Emma- entregó el cambio sin recibir el billete, Ah pues si es así toma niña, que con lo mal que estoy yo, si darme cuenta o no ya no ubico, además si este señor tan correcto lo dice...Gracias doctora, yo me he fijado bien y aquí no lo tengo, Pues por eso, un hombre de burocracias nunca se equivoca, si viven del papeleo y los cambios y los sellos y todo eso y además ganan fortunas y..., seguía la Dra D. mientras el hombre iba adoptando una expresión de ira cada vez más pronunciada. Emma se despidió apenas recibió el billete antes de que algo allí dentro explotara, Qué pase buenas vacaciones doctora, Eso espero, eso espero linda, si llego, vamos a ver....- suspiraba. Emma ya se alejaba presurosa.
Fue directo al mercado y se compró una cajilla de cigarrillos con el billete de mil. Le dieron el cambio bastante mala cara y se sentó afuera a fumarlo. El calor era ahora sofocante pasado el mediodía. Fumó rápido y volvió a entrar. La guardia la miraba como si la conociera y por tercera vez le entregó el carnet de usuario. Traspasó el patio por el costado opuesto a donde había chocado la Dra D. y subió hasta neuropediatría. Se acercó al consultorio pero no entró porque se oían llantos agudos de niño y una voz que decía, Ya terminamos amor, un esfuercito más.
Una mujer esperaba sentada y le dijo, ¿También con un niño enfermo, no?, No yo...-iba a responder Emma pero la mujer continuó, Si, si lo sabré, meses aquí dentro que es como mi casa ya, y nada, cuando parece que se me mejora, pum, empiezan los dolores de cabeza, ay mamita no puedo más ayudame, y yo ¿qué hago?¿qué le digo? decime, ya no sé más que hacer, que me mandan para aquí y para allá, que tomografía, que remedios, que tratamiento, y la niña igual, ni pizca de mejoría, que así no se puede vivir, no es vida para una criatura, no señor!...Emma la miraba y no sabía qué decirle. Se oían risas de niños desde la hamacas.
Pasó un tiempo eterno que en realidad fueron solo diez minutos. Emma estancada en la ventana pensaba otra vez. Salió una mujer con un niño en brazos y atrás la Dra.B, Pasa Emma, vení, Tome doctora, perdone la tardanza, Para nada, gracias, te llamo para el vencimiento entonces.
El ómnibus venía medianamente lleno. Quedó parada frente a una ventana abierta.
De la guitarra la música le gustaba.
Sonrió.



F. Emma T.

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