Pienso y creo que estoy lloviendo.
Que estoy lloviendo y que estoy solo y acompañado.
Porque para llover hay que estar solo
y sólo se llueve acompañado.
Hay gente a mi alrededor.
Sus conversaciones difusas
son como un murmullo
como muchos murmullos girando y girando.
Son como un viento,
un vientito que empuja y me ayuda a llover.
Y entonces, lluevo y lluevo.
Voy lloviendo con furia.
Con cierta furia paciente.
Lluevo como los besos suaves, húmedos y apretados
que sólo saben dar los amantes.
Y así, solo, lluevo…lluevo…
con el alma furiosa de la gente,
con el gusto de los besos olvidados.
H. H. Sandín
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